Las lecciones de Francisco




Las lecciones de Francisco
por gerardo figueroa g * 


En apenas dos semanas a la cabeza de la iglesia católica el papa Francisco ya había dejado de lado entre otros, esos zapatos rojos símbolo del poder de los emperadores romanos que llevan la firma del diseñador Antonio Stefanelli en letras doradas; el lujoso anillo papal de oro macizo; el rimbombante sillón dorado, literalmente un símbolo de grandeza; ropa, accesorios y parafernalia ostentosa; un departamento papal en el que, según él mismo dijo en son de “broma”, cabían 300 personas y a un cardenal acusado de pedofilia que se refugia en el Vaticano.
A la tercera semana de su pontificado CNN daba cuenta de su decisión de cambiar parte de la rutina del jueves santo trasladando la misa papal de la basílica San Juan de Latrán a una cárcel de jóvenes, durante la cual  lavó los pies de dos jóvenes reclusas, una de ellas musulmana. Tremendo gesto, tremendo mensaje.
Y para sorpresa de muchos, parte del despacho de CNN daba cuenta que nada de esto era producto de los consejos de un asesor de imagen. Todo, iniciativa pura de Francisco, un hombre que había hecho de la austeridad y simpleza su estilo de vida y que desde ahí, emprendía una de las más titánicas campañas de reposicionamiento del marketing moderno.
Francisco el Papa está embarcado en cambiar la imagen y reputación de su iglesia y ha comenzado por trabajar en la de su máximo representante. Esta “prédica con el ejemplo” no es más que la puesta en marcha de una de las más viejas recetas de buen comportamiento personal, profesional y por qué no comercial.
Personalmente no puedo ocultar la esperanza de que un hombre con semejante poder mediático sirva de ejemplo para la humanidad toda y no solo para quienes profesan su fe, incluyendo los hombres de negocio. Un ser humano con su poder tiene en las manos la posibilidad de hacernos un tremendo favor con su ejemplo.
Si bancos, telefónicas, administradoras de fondos de pensiones, compañías de transporte, clínicas privadas y tantas otras empresas de servicios, se pusiesen realmente al servicio de sus clientes, otro sería el negocio. Con las marcas pasa lo que con las iglesias. Creyendo estar seguros de su “clientela”, el día menos pensado descubren que sus "fieles" han encontrado una mejor opción.
Y no es solo cuestión de servicios. Muchos fabricantes de productos también han caído en el juego del maltrato y sin darse cuenta o plenamente conscientes, están cavando su propia tumba. Galletas más chicas, licuadoras que duran menos, dentífricos que se acaban más rápido, jabones que se desintegran bajo el agua o pan de pascua con menos pasas y fruta. A su manera cada uno de ellos y muchos otros han encontrado la forma de darnos menos al mismo precio, cuando no, cobrándonos un poco más. Como si fuésemos tontos. Ojo, solo estamos esperando que alguien haga la diferencia, como Francisco.
La pregunta que cabe hacerse es ¿Dónde más la conducta de quienes abusan de nosotros desde el mostrador, la plataforma o la góndola es igual?  ¿Tratan así a sus esposas, madres e hijos? ¿Esos son los valores que inculcan y comparten, con sus familias y colaboradores? O es que ellos, familiares y colaboradores, también son sus víctimas. Pareciera que en el desmedido afán de hacer dinero, el hombre como la iglesia cristiana, ha perdido el norte y todo vale. Empresas e instituciones se han convertido en el refugio de delincuentes de la peor calaña.  Por ello no pierdo la esperanza de que Francisco sirva de ejemplo para la humanidad toda, incluidos los hombres de negocio. 
Así como él con el ejemplo está haciendo que la curia comience a cambiar, así podemos nosotros, desde el lugar que ocupamos en la empresa o cadena productiva, hacer la diferencia. Francisco, me atrevo a decir, nos está dando, una de las mejores lecciones de ética, buenas prácticas de gerencia y manejo de imagen y reputación.

* gfg es socio fundador de figueroa & asociados, está en el negocio de las comunicaciones corporativas desde 1983. puede escribirle a gfigueroa@fbc.com.pe. Ha sido supervisor creativo de JWT Peruana / Director creativo de JWT y Ogilvy en Ecuador / Consultor internacional del Johns Hopkins Center for Communication para programas de salud reproductiva en Ecuador, Perú, Bolivia y Nicaragua. Fue profesor de comunicación y medios en la escuela de Post Grado de la Universidad San Ignacio de Loyola. Expositor invitado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad de Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad de Piura, Universidad San Martín de Porres e IPAE. Colabora con América Economía desde octubre del 2011 y con Biznews desde marzo del 2013.


1 comentario:

  1. Desde mi experiencia profesional y personal, me permito refrendar tu post, toda vez que es coherente con lo que he observado en todos estos años en el mundo corporativo.
    Casos notorios de grandes corporaciones que por un lado cuentan con plataformas de Responsabilidad Social Empresarial y Sostenibilidad; que son considerados líderes en la materia y por ende despiertan el reconocimiento público, ya sea a través de la prensa, ya sea a través de entidades promotoras de estas buenas prácticas.
    Sin embargo....
    Sin embargo, la realidad les arroja un ladrillo en la propia cara, desnudando que carecen de prácticas laborales éticas; de manejo responsable de su cadena de proveedores; de información transparente hacia sus clientes; de buen gobierno corporativo; etc.
    BP; Enron; la banca de inversión; el retail; hasta incluso "mi admirada" Apple, nos han demostrado que debemos comenzar por casa.
    Y esto también aplica a muchas empresas que operan en Perú; de hecho cotidianamente observo prácticas de "green washing" en paneles y otros medios de comunicación.
    Cabe resaltar que los mismos empresarios peruanos lo han reconocido en el último ENADE, y han hecho un ranking de sectores empresariales en donde ellos mismos consideran que la corrupción y malas prácticas imperan.
    En síntesis: antes que comunicar, hay que gestionar... y la gestión comienza por casa: las buenas prácticas laborales, el buen gobierno corporativo, la transparencia de la información a clientes, el manejo de la cadena de abastecimiento asegurando que no exista explotación infantil, ni trabajo esclavo ni abuso de DDHH.
    Existen estándares internacionales (SA8000; ISO26000, etc.) pero si no hay voluntad de hacer los cambios, entonces el empresariado estará tratando de maquillar una realidad interna que, quizás más temprano que tarde, devendrá en una crisis de reputación y legitimidad, como la que hoy enfrenta la Iglesia en la mayoría de los países.
    Saber qué es lo correcto y no hacerlo, es falta de coraje!

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